Ruge la marabunta milmillonaria y nosotros no somos nada

Ave, Donald, ave Elon, vuestros aterrorizados esclavos os saludan Revuelve José K. sus monedillas en la herrumbrosa lata de galletas que conserva a modo de alcancía, hace un ligero cálculo de los gastos que quedan por venir en el mes, tan simple, y concluye que aún, cuán generosa es esta vida y cuánto este Estado que le suministra la escuálida pensión, le sobra efectivo para un cortado y dos churros. Decidido a todo, bien embufandado y sin arredrarse ante los fríos que le esperan, cierra su tabuco y se tira escaleras abajo, así somos los valientes, dispuesto a mostrar al mundo que no es rico quien más tiene, sino el que sabe gastar sus caudales.  ¡Oh, qué bonita frase, se dice, ceja arriba, riéndose de sí mismo! Será primoroso el dicho, insiste, ¡pero es tan estúpido! Porque la verdad nunca puede esconderse: los ricos son los que más tienen. A los millonarios les salen los dineros por las orejas. A los milmillonarios por todos los poros del cuerpo. Y ahora, primer cuarto del siglo XXI hay muchos, muchísimos, a patadas. Levanta usted una marca de hacer fotocopias, ya ven qué cosa más tonta, y hay un milmillonario debajo vestido con camiseta y gorra de béisbol. Antes, se dice José K., al menos vestían como señores y destilaban glamour. ¡Qué trajes, qué chalecos, qué leontinas! Una panda de patanes son ahora esos señoritingos.  Ha leído por ahí nuestro hombre varias cosas, dice que de fácil comprobación y que no va a perder el tiempo con notas de erudito, que ya saben que nunca ha sido un dechado de amabilidad. Cifras cantan, que ellas solitas lo dicen todo: “Estados Unidos sumó 500.000 nuevos millonarios el año pasado a medida que la IA impulsó los mercados”. O sea, una patada al suelo y le sale un multimillonario por metro cuadrado en los dominios del sátrapa naranja. Pero es que además, gruñe José K., “la riqueza de los multimillonarios en 2024 aumentó en 2 billones de dólares (…), equivalente a unos 5.700 millones de dólares por día, a un ritmo tres veces mayor que el año anterior”. Y al tiempo, en 2015, el número de pobres, pero pobres de solemnidad, ni siquiera un par de euros al día, era de 700 millones. En 2023, 712. Ea, ya vamos centrando el tema, dice nuestro hombre.  Pero a José K., ya le conocen, le gusta pasar de las musas al teatro, máxime si el espectáculo de las tablas es tan pornográfico, grosero y basto como el que protagoniza la nueva tribu llegada a la Casa Blanca. Esa patulea de milmillonarios rodeando al gran jefe de la horda es realmente de una zafiedad abrumadora. Es más fácil que entre un camello en el ojo de una aguja que un pobre en la corte de Trump. Conviene, se dice, algunas puntualizaciones sobre este caso. Elon Musk, por ejemplo, aseguran que tiene unos 434.000 millones de euros, que ya serán la semana próxima bastantes más, de hacer caso a los entendidos en riquísimos. Bezos, unos 240.000 millones, y Zurkerberg, unos 215.000. Si sumamos a algún otro de los mendigos que le acompañaban en su toma de posesión, tal que Sundar Pichai, el mandamás de Google, cerca de 100.000 millones, nos acercamos -o sobrepasamos- el billón de euros, que no sé si ustedes, se dice José K., son capaces de imaginarse en un capacho, en una caja acorazada o en una nave industrial. ¿Cuánto abulta un billón de euros? Veamos pues qué mueve a estos nuevos Darth Vader rellenos de dólares. Tener cien millones más no parece que les suba la líbido, porque ni ellos, ni sus hijos, ni sus nietos, ni sus bisnietos, ni sus tataranietos van a gastar jamás, ni aun haciéndose palacios de oro, incienso y mirra, semejantes rimeros de billetazos. Quieren poder, por supuesto. Y el gran jefe de pelo naranja y cabeza hueca se lo cede gustosamente, ahí tienen ustedes el Despacho Oval, jueguen a la Nintendo en mi mesa, manden borrar países del mapa, echen a la calle a empleados de todo tipo, públicos en primer lugar, gentes haraganas y de mal vivir, cierren hospitales y escuelas, llenas de oscuros personajes homosexuales, cuando no trans, ¡qué horror!, que corrompen a nuestros tiernos infantes. A José K. se le pone la vena del cuello a punto de estallar, pero ahora pasa a preguntar. ¿Y acaso creen ustedes, ciudadanos inocentes, que lo hacen porque tienen unas brillantes ideas y sus mentes, tan poderosas, han comprendido que el destino -su dios, diría el convertido al catolicismo J. D. Vance, el vicepresidente de la cosa, que el ultra nos ha salido meapilas- les ha llamado para traer al mundo la buena nueva de la felicidad y la justicia para los 340 millones de estadounidenses, qué digo, los 8.000 millones de habitantes de todo el mundo? Pues no, claro que no. Garrapatas como son, chupasangres de afición y profesión, cuentan con que sus negocios se verán aún más favorecidos y sus enemigos, naturales del país o foráneos, expulsados y castigados, miserables gentecillas que no tienen de su lado al primo de zumosol, en la esquina el grandioso Donald Trump, el

Feb 23, 2025 - 13:12
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Ruge la marabunta milmillonaria y nosotros no somos nada

Ruge la marabunta milmillonaria y nosotros no somos nada

Ave, Donald, ave Elon, vuestros aterrorizados esclavos os saludan

Revuelve José K. sus monedillas en la herrumbrosa lata de galletas que conserva a modo de alcancía, hace un ligero cálculo de los gastos que quedan por venir en el mes, tan simple, y concluye que aún, cuán generosa es esta vida y cuánto este Estado que le suministra la escuálida pensión, le sobra efectivo para un cortado y dos churros. Decidido a todo, bien embufandado y sin arredrarse ante los fríos que le esperan, cierra su tabuco y se tira escaleras abajo, así somos los valientes, dispuesto a mostrar al mundo que no es rico quien más tiene, sino el que sabe gastar sus caudales. 

¡Oh, qué bonita frase, se dice, ceja arriba, riéndose de sí mismo! Será primoroso el dicho, insiste, ¡pero es tan estúpido! Porque la verdad nunca puede esconderse: los ricos son los que más tienen. A los millonarios les salen los dineros por las orejas. A los milmillonarios por todos los poros del cuerpo. Y ahora, primer cuarto del siglo XXI hay muchos, muchísimos, a patadas. Levanta usted una marca de hacer fotocopias, ya ven qué cosa más tonta, y hay un milmillonario debajo vestido con camiseta y gorra de béisbol. Antes, se dice José K., al menos vestían como señores y destilaban glamour. ¡Qué trajes, qué chalecos, qué leontinas! Una panda de patanes son ahora esos señoritingos. 

Ha leído por ahí nuestro hombre varias cosas, dice que de fácil comprobación y que no va a perder el tiempo con notas de erudito, que ya saben que nunca ha sido un dechado de amabilidad. Cifras cantan, que ellas solitas lo dicen todo: “Estados Unidos sumó 500.000 nuevos millonarios el año pasado a medida que la IA impulsó los mercados”. O sea, una patada al suelo y le sale un multimillonario por metro cuadrado en los dominios del sátrapa naranja. Pero es que además, gruñe José K., “la riqueza de los multimillonarios en 2024 aumentó en 2 billones de dólares (…), equivalente a unos 5.700 millones de dólares por día, a un ritmo tres veces mayor que el año anterior”. Y al tiempo, en 2015, el número de pobres, pero pobres de solemnidad, ni siquiera un par de euros al día, era de 700 millones. En 2023, 712. Ea, ya vamos centrando el tema, dice nuestro hombre. 

Pero a José K., ya le conocen, le gusta pasar de las musas al teatro, máxime si el espectáculo de las tablas es tan pornográfico, grosero y basto como el que protagoniza la nueva tribu llegada a la Casa Blanca. Esa patulea de milmillonarios rodeando al gran jefe de la horda es realmente de una zafiedad abrumadora. Es más fácil que entre un camello en el ojo de una aguja que un pobre en la corte de Trump. Conviene, se dice, algunas puntualizaciones sobre este caso. Elon Musk, por ejemplo, aseguran que tiene unos 434.000 millones de euros, que ya serán la semana próxima bastantes más, de hacer caso a los entendidos en riquísimos. Bezos, unos 240.000 millones, y Zurkerberg, unos 215.000. Si sumamos a algún otro de los mendigos que le acompañaban en su toma de posesión, tal que Sundar Pichai, el mandamás de Google, cerca de 100.000 millones, nos acercamos -o sobrepasamos- el billón de euros, que no sé si ustedes, se dice José K., son capaces de imaginarse en un capacho, en una caja acorazada o en una nave industrial. ¿Cuánto abulta un billón de euros?

Veamos pues qué mueve a estos nuevos Darth Vader rellenos de dólares. Tener cien millones más no parece que les suba la líbido, porque ni ellos, ni sus hijos, ni sus nietos, ni sus bisnietos, ni sus tataranietos van a gastar jamás, ni aun haciéndose palacios de oro, incienso y mirra, semejantes rimeros de billetazos. Quieren poder, por supuesto. Y el gran jefe de pelo naranja y cabeza hueca se lo cede gustosamente, ahí tienen ustedes el Despacho Oval, jueguen a la Nintendo en mi mesa, manden borrar países del mapa, echen a la calle a empleados de todo tipo, públicos en primer lugar, gentes haraganas y de mal vivir, cierren hospitales y escuelas, llenas de oscuros personajes homosexuales, cuando no trans, ¡qué horror!, que corrompen a nuestros tiernos infantes. A José K. se le pone la vena del cuello a punto de estallar, pero ahora pasa a preguntar. ¿Y acaso creen ustedes, ciudadanos inocentes, que lo hacen porque tienen unas brillantes ideas y sus mentes, tan poderosas, han comprendido que el destino -su dios, diría el convertido al catolicismo J. D. Vance, el vicepresidente de la cosa, que el ultra nos ha salido meapilas- les ha llamado para traer al mundo la buena nueva de la felicidad y la justicia para los 340 millones de estadounidenses, qué digo, los 8.000 millones de habitantes de todo el mundo?

Pues no, claro que no. Garrapatas como son, chupasangres de afición y profesión, cuentan con que sus negocios se verán aún más favorecidos y sus enemigos, naturales del país o foráneos, expulsados y castigados, miserables gentecillas que no tienen de su lado al primo de zumosol, en la esquina el grandioso Donald Trump, el Atila del nuevo siglo. José K. lo tiene claro: van a acaparar más dinero aún del que ya tienen, los drogadictos tienen mala cura, más exenciones fiscales y poder, mucho poder, a mí no se me resiste nada ni nadie, somos los amos del universo, insaciables como el tío Gilito, tan crueles con los vencidos como obsequiosos con sus compinches, una nueva mafia tecnocrática y plutocrática. Es la grosera fiesta de los nababs, sólo igualados en su ostentoso ejercicio del poder -político y económico- por esos emires de los golfos petroleros que llenan de grifos de oro sus cuartos de baño y meten en mazmorras -o descuartizan- a sus opositores. Es el triunfo de la maldad, de la desvergüenza, de la fuerza bruta lograda a base de millones y millones empleados en misiles asesinos. 

Necesita un descanso nuestro hombre y el banco del parquecito del barrio, vacío por los numerosos mensajes cariñosos de las palomas, es un buen sitio. Algo más sosegado, que la tensión se le dispara con la visualización de tanta mamandurria, sigue con sus preguntas. A ver: ¿mantienen los 80 millones de ciudadanos de aquel país tan grande que votaron por Trump que esta nueva Administración les traerá ríos de leche y miel? ¿De verdad confiaban en los milmillonarios y en el tan sólo millonario Trump para solucionar sus problemas cotidianos, que si la vivienda, que si la leche, que si los huevos? ¿Musk les tiene en mente? ¿Bezos no duerme pensando en las dificultades que pasan los lugareños de Cammack Village, Arkansas? Aún les quedan cuatro años. Ustedes los eligieron, ustedes los disfrutan. Y nosotros, que no les votamos, también. Hay frases muy rimbombantes sobre la ambición y el poder, tal que de Epícteto, ahí es nada, o de Oscar Wilde, qué no habrá dicho el de Dublín, pero a José K. le gusta mucho un viejo refrán: “Todos ayudan al rico, y pegan al borrico”.

Más curiosidades. La ultraderecha europea, a los pies del monstruo. ¿Qué dice, un suponer, nuestro gran hombre pelo en pecho, qué gran gesta la de Covadonga, por no hablar de las Navas de Tolosa, Santiago Abascal y cierra España de aquella bacanal de Washington? ¿Le gustan también los milmillonarios? ¿Admira a Zuckerger? ¿Bebe los vientos por Putin? ¿Le parece bien que Trump cargue impuestos sobre los hombros de los aceituneros altivos o de los esforzados compañeros del metal?, se pregunta José K. hecho un lío, que seguir las circunvoluciones cerebrales de la ultraderecha sólo lleva a la desesperación intelectual. Verbigracia: ¿qué hay que hacer o decir, si uno milita en Vox, ante el esperpento de la criptomoneda agitada por su íntimo amigo Javier Milei, préstame la motosierra? 

Quería continuar José K. por intentar averiguar qué piensan nuestros ricos, que también los tenemos, ya saben, Amancio Ortega, Rafael del Pino, Juan Roig, de estas cosas que hacen por ahí fuera sus mayores en billetes. ¿Les gustaría meter las manazas en el Gobierno? ¿Echarían a los empleados públicos, peste de Estado? Quizá piensen, aquí en Europa somos de otra pasta, que ya tenemos a los partidos de derecha, nacionalistas incluidos, ya me dirán de Junts, recuerda nuestro hombre, para boicotear cualquier atisbo de reforma fiscal. Nosotros a lo nuestro, se dirán, que con 100.000 millones de euros, o acaso, 12.000, ya vamos bien servidos. “El dinero no te hace feliz”, dejó escrito otro irlandés, Sean O’Casey, “pero relaja los nervios”. Incluso pensaba echarse algún comentario sobre el hecho prodigioso de que en esta dictadura comunista y bolivariana “la gran banca sobrepasa los 31.000 millones de euros en beneficios en 2024, un 21% más que el año anterior”. 

Y ya puestos a tratar de las cosas que placen a la gente de pelusa que tiene bien herrada la bolsa, incluso estaba dispuesto a echarse alguna parrafada sobre los paraísos fiscales, esos fraudes gigantescos, engordados por ellos mismos, los más poderosos de la Tierra, que se sirven de esos abominables lugares para esconder el dinero al fisco de sus países, ávidos carroñeros, que tanto bien podía hacer para acabar con la miseria y la sangrante desigualdad entre clases que cada vez es más abominable. Cuentan los organismos fiscalizadores mundiales que puede haber pululando por esos antros de perdición unos 11 billones de euros, que se dice pronto. Calculan los especialistas en la cosa que unos 140.000 millones han salido del bien abrigado riñón de nuestros opulentos ricachones, al viento la bandera roja y gualda, siempre en nuestros corazones. Pero no puede ser. Se echa la noche encima y el relente de este invierno mesetario no hay quien lo aguante, que a la edad de José K. el frío muerde hasta las calicachas y las calicorvas. 

Casi se asusta al ver a su vecino el Catavenenos acercarse con esa tristeza que le caracteriza, el hígado destrozado por tanto tóxico. ¿Me preguntabas por Trump y la extrema derecha española? Lo mismo te gusta, le dice, esta frase de Pilar R. Losantos, hoy presidenta de OKdiario – Eduardo Inda- y que hasta hace nada ejercía como la Miguel Ángel Rodríguez del alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, dios los cría y ellos se juntan: “Su plan para reducir a cenizas hasta el último reducto de ese territorio [Gaza] que ha servido para masacrar judíos sin descanso es, sin matices, una buena noticia”.

O sea, que sí, remacha José K., que a la ultraderecha patria les encanta la manada de Washington, así nos rompan el espinazo a garrotazos. 

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