Junts ata su futuro al de la extrema derecha
Puigdemont y Junts se acercan a Orbán y Trump: su nuevo relato se centra en la criminalización de la inmigración para arañar votos a la derecha extrema. La entrada Junts ata su futuro al de la extrema derecha se publicó primero en lamarea.com.

Este artículo se ha publicado originalmente en Catalunya Plural. Puedes leerlo en catalán aquí.
Junts per Catalunya es una de las tres principales fuerzas políticas de Cataluña, heredera de Convergència i Unió, el partido más importante de la historia del país. Durante los años del procés, Junts per Catalunya coqueteaba con la idea de ser una fuerza progresista. El marco político era idóneo: la independencia de Cataluña se estructuró como un discurso de ampliación de derechos políticos mediante el famoso eslogan del “derecho a decidir”, una ingeniosa ocurrencia de Oriol Junqueras que fue ampliamente aceptada por la mayoría de la sociedad catalana.
Cataluña era un lugar de paz, y la proyección al mundo del pueblo catalán se dibujaba en la forma de una sociedad tolerante y solidaria en contraposición a la visión autoritaria de un Estado, el español, que lo que hacía era negar derechos y libertades. El procés acaparó durante años la agenda política y mediática del país, algo que fue útil para los intereses electorales de la derecha independentista. Le permitía ignorar ciertos debates —el de la pobreza, la creciente desigualdad, la vivienda— en los que no tenía mucho que aportar, y mientras tanto se presentaban ante la población como “socialdemócratas”. El camuflaje de Junts per Catalunya era oportuno en tanto que le otorgaba réditos políticos; eso es lo que, tristemente, significa “oportunidad” en la política representativa.
La muerte del procés generaba, pues, un problema. Cataluña es un país pequeño con un parlamento bastante atomizado: un partido no puede volverse hegemónico si no conecta con el sentimiento mayoritario de la población y trata de dar una respuesta a sus problemas. Pero el fin del procés fue seguido por la ola xenófoba que se extendía como la peste en todo el planeta. Y eso supuso, para Junts, una segunda oportunidad de camuflaje. Ahora el marco ya no es el que imperaba una década atrás. Del “queremos acoger” se ha pasado al “queremos deportar”.
Los primeros en llegar fueron VOX, que emergieron desde la catalanofobia y la oposición a la transformación feminista, y cuya tercera pata era el odio al extranjero, especialmente si es pobre y de piel oscura. Luego se sumó Aliança Catalana, la auténtica amenaza para los exconvergentes. Y entonces Junts per Catalunya decidió que ellos no podían ser menos; este era un debate que, a diferencia de los mencionados anteriormente, les era favorable.
Según los últimos datos del CEO (diciembre de 2024), un 70% de los votantes de Junts consideran que “hay demasiada inmigración en nuestro país”. En la izquierda, lo creen un 47% de los votantes de ERC, un 16% de los Comuns y un 9% de la CUP. En la derecha: PP (80%), Aliança Catalana (84%), VOX (92%). Los votantes del PSC también estarían mayoritariamente de acuerdo, pero con menor intensidad, ya que el porcentaje disminuye hasta el 58%, un dato que casi coincide exactamente con la media de la población general, que está de acuerdo en un 59% con la afirmación en cuestión.
A Junts, pues, le interesa que la población general se desplace hacia la derecha en esta cuestión. Y se puede decir que, en parte, y gracias a sus compañeros de viaje del PP, Aliança Catalana y VOX, lo están consiguiendo. La consigna está dada y, desde Junts per Catalunya y sus satélites comunicativos, no se habla de otra cosa que de inmigración y seguridad, dos discursos que suelen ir de la mano.
Si ERC se preocupó por negociar con el PSOE/PSC para conseguir la transferencia de la gestión de los trenes (algo que no va demasiado bien encaminado), Junts per Catalunya no desaprovechó la ocasión de avanzar en esta cruzada contemporánea contra el invasor y puso como condición la gestión de las competencias en inmigración. Ahora Míriam Nogueras dispara desde la tribuna del Congreso de los Diputados y celebra que Cataluña “solo” acepte veintitrés menores no acompañados en el nuevo reparto estipulado desde la Moncloa, como si se tratara de un resultado de fútbol. Y Albert Batet hace lo que puede desde el Parlament, mientras mira de reojo a Sílvia Orriols. La criminalización del inmigrante es necesaria para incrementar la percepción de que, sin ellos, Cataluña podrá ser una nación libre y próspera… otra vez.
Cabe puntualizar, al mismo tiempo, que este hecho en sí mismo no se declina ideológicamente hacia ningún lado; del mismo modo que un cuchillo puede ser tanto un arma homicida como un utensilio de cocina, lo relevante de las competencias es el uso que se les da. Pero es en este punto donde Junts per Catalunya sí se desplaza hacia la derecha. No es nada original: ya lo hicieron antes Trump, Orbán, Abascal, Feijóo y Orriols. Ahora también lo hace Puigdemont.
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