En el cine de terror ya no se hacen arranques tan locos y salvajes como el de esta película que está en Netflix
Lejos de ser un título memorable, 'Ghost Ship: Barco fantasma' (2002), protagonizado por Julianna Margulies, regaló uno de esos prólogos que los aficionados celebran por su singularidad, osadía y carga sangrienta

El cine de terror experimenta una etapa de apreciable nivel creativo. No obstante, el aficionado siempre echa en falta cosas de épocas pasadas. Entre otras, se añoran las películas que, lejos de ser memorables, dejaban detalles potentes y para el recuerdo. Ocurre con Ghost Ship: Barco fantasma, filme de 2002 presente en el catálogo de Netflix (antes también estaba en Prime Video) que en su estreno regaló un prólogo de los que no se olvidan por su fondo original, ingenioso, loco y osado, secuencia de carácter único que cada cierto tiempo resurge en redes.
Dirigida por Steve Beck y protagonizada por Julianna Margulies junto a secundarios como Gabriel Byrne y Karl Urban, Ghost Ship: Barco fantasma mostraba lo que le ocurría a un equipo dedicado a rescates marítimos y a encontrar viejas embarcaciones al subirse al Antonia Graza, un transatlántico italiano que desapareció en 1962 con cientos de personas a bordo.
La obra arrancaba con una noche de gala en el crucero, con la gente bailando y disfrutando mientras una mujer canta a lo Rita Hayworth. En ese contexto festivo, alguien inicia un sabotaje y activa un mecanismo para que una cuerda metálica provoque una masacre en la cubierta.
Este sangriento comienzo atrae por su planificación, la modulación, el tono y el contraste entre el componente clásico expuesto inicialmente dado el ambiente en el barco y la época retratada. Beck exhibe oficio, y también un punto osado y desatado alusivo a los rasgos de serie B canalizados por la historia, más patentes conforme evoluciona.
Las flores segadas al paso de la cuerda metálica suponen un preludio de lo que va a suceder, ya que los asistentes a la fiesta acabarán literalmente partidos por la mitad o con los miembros cercenados. La cuerda pasa entre la multitud con enorme rapidez, tanto que todos se miran unos a otros extrañados. Sienten que ha ocurrido algo, pero no saben qúe. De repente, los invitados empiezan a caer desplomados al desprenderse la mitad inferior de su cuerpo.
Los únicos que resisten en pie, abrazados y rodeados de cadáveres y de moribundos, son la niña, figura en la que se centra el prólogo por su relevancia posterior, y el capitán. La singular introducción finaliza con el grito de la menor al ver cómo el adulto pierde la cabeza.
Este pasaje se retoma cuando, avanzada la narración, la niña fantasma muestra a la protagonista lo que sucedió. Las visiones explican que lo de la cuerda metálica en la cubierta fue la primera parte del plan ejecutado para eliminar a la gente del crucero (y retener sus almas). El tratamiento y el montaje de este tramo resultan muy dosmileros en sus formas. Dicha esencia fluye asimismo si se atiende al loquísimo giro sobrenatural referente al villano oculto.
Lo dosmilero convive con la herencia del cine de finales de los 90 detectada en el enfoque. Ghost Ship: Barco fantasma, que en su día no terminó de convencer y dejaba más bien frío, es de las que ganan como pasatiempo en visionados posteriores gracias a los detalles diseminados y al detenerse en cuánto escasean ahora este tipo de propuestas.
Un filme con sus momentos
La plasmación del entorno oxidado, la sangre manando de los agujeros de bala en la piscina, la explosión del barco del equipo de recuperadores, el compañero fantasmal con el rostro quemado trastornando al capitán, la escena en la que el salón se ‘recompone’, la de la seducción y el engaño de la deslumbrante cantante italiana, la de los 'deliciosos' gusanos… Estos momentos y el perfil del filme prevalecen sobre la precipitación y los vacíos de guion, acentuados en el tramo decisivo.
Ghost Ship: Barco fantasma se enmarca en los primeros coletazos de Dark Castle, la compañía de inicio asociada a Joel Silver y Robert Zemeckis. Por aquel entonces llegaron House on Haunted Hill, La casa de cera, Gothika ó 13 fantasmas, la película que precisamente dirigió un año antes Steve Beck.
Julianna Margulies, que venía de Urgencias y que después adquiriría nombre por The Good Wife, protagonizó el largometraje encarnando un arquetipo interesante. No obstante, el rostro ilustre del reparto era Gabriel Byrne, quien desprende su presencia característica en el rol del jefe del equipo hasta que su personaje se desdibuja por el camino.
El elenco de secundarios tenía su punto: Ron Eldard, Desmond Harrington (Km. 666. Desvío al infierno, Dexter), Isaiah Washington (rostro de la primera etapa de Anatomía de Grey) y un Karl Urban en coyuntura El Señor de los Anillos. Y no pasa desapercibido que, años después, veríamos a Emily Browning, la niña fantasma, en Sucker Punch.