Parecía un futbolista de medio pelo que ascendió a uno de los cargos más golosos de todos los estamentos del panorama español, donde el dinero fluye en grandes cantidades, y con un ecosistema endogámico que protege siempre al que manda, pese a que ciertos comportamientos de dudosa legalidad acechen su sombra. Aunque ayer descubrimos que los designios del balompié español estuvieron en manos de una persona cuyo talento va más allá del simple hombre de fútbol. Lo que perdimos. Tuvo que actuar la FIFA para que Luis Rubiales dejara su cargo, al que se había aferrado con la connivencia de todos los miembros de este organismo deportivo, después del beso no consentido a Jenni tras la hazaña de conquistar un...
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