El anuncio en las afueras y el silencio en la gestión

Mildred, una mujer de cincuenta años cuya hija ha sido violada y asesinada, decide iniciar una disputa con la policía local al considerar que no están investigando lo suficiente el caso. Para ello, contrata tres vallas publicitarias a las afueras de su pueblo, donde denuncia la inacción de las autoridades. Este es el argumento de la película «Tres anuncios en las afueras» , premiada en múltiples festivales. Podría ser también el punto de partida de una película el anuncio que contrató el actual eurodiputado de Compromís y exconseller de Educación, Vicent Marzà , en Nueva York. Aprovechó que el presidente de la Generalitat, Carlos Mazón, iniciaba un viaje oficial a Estados Unidos —algunos dicen que para evitar posibles abucheos en la romería de la Santa Faz en Alicante o en las fiestas de moros y cristianos de Alcoy— para lanzar un mensaje llamativo. El anuncio recordaba el número de fallecidos por la reciente DANA que asoló nuestra comunidad. Sin embargo, los objetivos de Mildred en la ficción y los de Marzà en la realidad distan mucho entre sí. Mientras ella reclamaba justicia —y quizás venganza—, él buscaba un golpe de efecto mediático. Hay que reconocer que la acción fue original, pero también sintomática del tipo de política que se impone: más centrada en el gesto que en la gestión. Carlos Mazón se ha convertido en el blanco predilecto de la izquierda . Su hipotética caída podría provocar un auténtico tsunami político dentro del actual partido de gobierno, obligándolo no solo a buscar un relevo presentable, sino también a renegociar su delicado equilibrio con Vox. Seguimos atrapados en una política de pulsos medievales, donde abatir al rey rival puede decidir la guerra. En el Gobierno autonómico ya han caído dos conselleras y un secretario autonómico por la gestión de la DANA, y apenas nadie los recuerda, salvo por sus declaraciones judiciales. Como en el ajedrez, los consellers pueden ser alfiles o torres, pero el rey siempre es el presidente. De eso podría hablar largo y tendido el expresidente Francisco Camps , quien sufrió un linchamiento político del que ahora ha sido absuelto, aunque su propio partido parezca haberlo olvidado. El modelo de Feijóo, que consiste en meter los problemas que no le gustan en el congelador, puede salir mal en esta España de los apagones de Sánchez, donde es fácil que los problemas acaben pudriéndose. Camps puede ser uno de estos. Por eso ha sido una grata sorpresa que haya decidido convocar el congreso de su partido. En unos meses sabremos si solo ha servido para conectar un generador a ese congelador o si, por fin, nos permitirá ver al equipo que aspira a gobernar el país. Volviendo a este «anuncio en las afueras», es llamativo que, tras dos años fuera del poder, es la primera vez que Compromís ha logrado —aunque solo fuera por unos minutos— el reconocimiento de su existencia como fuerza política. Hasta ahora, su papel se ha limitado a repetir «lo que diga Sánchez» o a guardar silencio ante cuestiones espinosas como la compra de armas a Israel, el aumento del presupuesto en defensa o los casos de corrupción que afectan al PSOE. La confirmación del procesamiento de Mónica Oltra por el presunto encubrimiento de abusos a una menor vuelve a colocar al partido en una disonancia incómoda. Ya le organizaron una fiesta bochornosa cuando se confirmó su imputación; ahora han vuelto a mostrarle apoyo público, poniendo en duda la justicia. Pero lo que de verdad ponen en duda es su propio compromiso con el feminismo y la ética progresista que proclaman. Mi reflexión es que, lamentablemente, muchos políticos están más centrados en la búsqueda del titular ingenioso que en una gestión eficaz. Y, para colmo, da la impresión de que eso tampoco se lo exigimos los ciudadanos. De la etapa de Marzà al frente de Educación solo puede decirse que dejó la Conselleria peor que como la encontró , y que cuando temió que su competente secretario autonómico, Miguel Soler, no seguiría tapando los boquetes que generaba, optó por una tocata y fuga apenas explicada, muy al estilo Pedro Sánchez en Paiporta. Si esta forma de hacer política persiste, quizás no nos quede más remedio que los ciudadanos tengamos que pagar también anuncios en las afueras —o en el centro de las ciudades— exigiendo la atención debida de nuestros servidores públicos. Aunque, pensándolo bien, tal vez no haga falta gastar dinero: bastaría con tomarnos en serio nuestro voto y elegir a quienes demuestren competencia en la gestión y no a quienes dominen mejor el arte del zasca.

May 13, 2025 - 08:55
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El anuncio en las afueras y el silencio en la gestión
Mildred, una mujer de cincuenta años cuya hija ha sido violada y asesinada, decide iniciar una disputa con la policía local al considerar que no están investigando lo suficiente el caso. Para ello, contrata tres vallas publicitarias a las afueras de su pueblo, donde denuncia la inacción de las autoridades. Este es el argumento de la película «Tres anuncios en las afueras» , premiada en múltiples festivales. Podría ser también el punto de partida de una película el anuncio que contrató el actual eurodiputado de Compromís y exconseller de Educación, Vicent Marzà , en Nueva York. Aprovechó que el presidente de la Generalitat, Carlos Mazón, iniciaba un viaje oficial a Estados Unidos —algunos dicen que para evitar posibles abucheos en la romería de la Santa Faz en Alicante o en las fiestas de moros y cristianos de Alcoy— para lanzar un mensaje llamativo. El anuncio recordaba el número de fallecidos por la reciente DANA que asoló nuestra comunidad. Sin embargo, los objetivos de Mildred en la ficción y los de Marzà en la realidad distan mucho entre sí. Mientras ella reclamaba justicia —y quizás venganza—, él buscaba un golpe de efecto mediático. Hay que reconocer que la acción fue original, pero también sintomática del tipo de política que se impone: más centrada en el gesto que en la gestión. Carlos Mazón se ha convertido en el blanco predilecto de la izquierda . Su hipotética caída podría provocar un auténtico tsunami político dentro del actual partido de gobierno, obligándolo no solo a buscar un relevo presentable, sino también a renegociar su delicado equilibrio con Vox. Seguimos atrapados en una política de pulsos medievales, donde abatir al rey rival puede decidir la guerra. En el Gobierno autonómico ya han caído dos conselleras y un secretario autonómico por la gestión de la DANA, y apenas nadie los recuerda, salvo por sus declaraciones judiciales. Como en el ajedrez, los consellers pueden ser alfiles o torres, pero el rey siempre es el presidente. De eso podría hablar largo y tendido el expresidente Francisco Camps , quien sufrió un linchamiento político del que ahora ha sido absuelto, aunque su propio partido parezca haberlo olvidado. El modelo de Feijóo, que consiste en meter los problemas que no le gustan en el congelador, puede salir mal en esta España de los apagones de Sánchez, donde es fácil que los problemas acaben pudriéndose. Camps puede ser uno de estos. Por eso ha sido una grata sorpresa que haya decidido convocar el congreso de su partido. En unos meses sabremos si solo ha servido para conectar un generador a ese congelador o si, por fin, nos permitirá ver al equipo que aspira a gobernar el país. Volviendo a este «anuncio en las afueras», es llamativo que, tras dos años fuera del poder, es la primera vez que Compromís ha logrado —aunque solo fuera por unos minutos— el reconocimiento de su existencia como fuerza política. Hasta ahora, su papel se ha limitado a repetir «lo que diga Sánchez» o a guardar silencio ante cuestiones espinosas como la compra de armas a Israel, el aumento del presupuesto en defensa o los casos de corrupción que afectan al PSOE. La confirmación del procesamiento de Mónica Oltra por el presunto encubrimiento de abusos a una menor vuelve a colocar al partido en una disonancia incómoda. Ya le organizaron una fiesta bochornosa cuando se confirmó su imputación; ahora han vuelto a mostrarle apoyo público, poniendo en duda la justicia. Pero lo que de verdad ponen en duda es su propio compromiso con el feminismo y la ética progresista que proclaman. Mi reflexión es que, lamentablemente, muchos políticos están más centrados en la búsqueda del titular ingenioso que en una gestión eficaz. Y, para colmo, da la impresión de que eso tampoco se lo exigimos los ciudadanos. De la etapa de Marzà al frente de Educación solo puede decirse que dejó la Conselleria peor que como la encontró , y que cuando temió que su competente secretario autonómico, Miguel Soler, no seguiría tapando los boquetes que generaba, optó por una tocata y fuga apenas explicada, muy al estilo Pedro Sánchez en Paiporta. Si esta forma de hacer política persiste, quizás no nos quede más remedio que los ciudadanos tengamos que pagar también anuncios en las afueras —o en el centro de las ciudades— exigiendo la atención debida de nuestros servidores públicos. Aunque, pensándolo bien, tal vez no haga falta gastar dinero: bastaría con tomarnos en serio nuestro voto y elegir a quienes demuestren competencia en la gestión y no a quienes dominen mejor el arte del zasca.