6 poemas de Diego Quintero Martins

*** Wyoming blues Llovía un álbum prehistórico en mi apartamento; la música triste del pulso en la vena yugular, esas manchas pequeñitas que lo recorrían como un mustang galopante mientras fingimos timidez al acostarnos —una canción hecha trineo contra la estepa. Todo animal impacta una masa liquida y esa masa lo refleja partido hacia la... Leer más La entrada 6 poemas de Diego Quintero Martins aparece primero en Zenda.

Mar 5, 2025 - 07:38
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6 poemas de Diego Quintero Martins

Diego Quintero Martins es un poeta es costarricense, nacido en Tashkent, Uzbekistán, en 1990. Ha participado en diversas revistas culturales, musicales y literarias independientes como Digo.palabra.txt (Venezuela), Revista Fogal (España) y Cigar City Poetry Journal (EUA). Es autor de Estación Baudelaire (Ediciones Espiral, 2015), Taskent soledad ultra (Ediciones Espiral, 2017 y Ediciones Liliputienses, 2019), La parte más carnosa de una luciérnaga (Editorial Costa Rica, 2022) y Seló (Ediciones Liliputienses, 2024). Presentamos una selección de su obra poética.

***

Wyoming blues

Llovía un álbum prehistórico
en mi apartamento; la música triste del pulso
en la vena yugular,
esas manchas pequeñitas
que lo recorrían
como un mustang
galopante
mientras fingimos timidez
al acostarnos —una canción hecha trineo contra la estepa.

Todo animal
impacta una masa liquida
y esa masa lo refleja
partido
hacia la distancia

La historia de un hombre
y otro hombre; esa vorágine de marchar
con el miedo
de no saber quién es quién
bajo tanta agua.

***

Yankees

Cae un sonido
una camisa envuelta en sudor,
la boca el diente
tanto espasmo conjugado en carne

Sing my love, please sing

la carne hecha uno para el otro
adentro del otro.

¿Y mamá?
¿Y la casa?

Ella no sabía de profesiones singulares;

torero
el sutil acto de la tauromaquia
o la gran ópera
de un lugar minúsculo;

necesariamente teatral.

Él termina
lo que necesita terminar
y lo miró vestirse en calma
frente al espejo.

Se va silbando
por el pasillo que une
los apartamentos.

Nunca supe lo pequeño de la muerte,
lo necesario.

***

II

Papá solía leerme
ese poema
exacto
de los noctámbulos;

un susurro de la abuela

hacia el insomnio.

Leía su nombre
y muchos años después
recordé
al funeral de quién
faltaba.

La mejor poesía no viene de los sueños,
los parte.

***

III

Pude ser un animal hermoso: un superwealter, un nadador
olímpico, el Batistuta del amor. Pero no. Vivo, respiro y
camino con el sueño perpetuo de la muerte. Pude ser un
animal hermoso pero soy una mosca de veinticinco años
sin visa ni trabajo. Floto sobre Heredia porque Heredia es
un mierdero. Repito: el sueño es radicar en las cercanías de
la muerte. Me redimo enviando cartas de amor por redes
sociales. Zuckerberg aparece en una cruz mientras fumo.
Cada bocanada cuelga sobre la decepción de mis padres.
Las personas importantes en mi vida se difuminan entre
filtros. Nadie sobrevive. Me digo.

***

El reino venidero

Acabó la extensa noche de los 2000
también la década siguiente
acabó escribirse desde fotografías
como pensábamos era cool de jóvenes
pero ya no quiero aparentar
solo quiero la belleza
de amanecer entre los brazos
de mi único amigo
do you understand what I mean?
nunca fui religioso ni mucho menos
aunque un puñetazo en la sien
me hizo ver un ángel
una contusión llamó mi amor
por todo aquello considerado divino
sin importar lo ridículo
sin importar cuan pasado de moda
resulte implorar de rodillas
I shall, I shall, I shall, I shall
Hay mucho por aprender
en particular en esta época
aprender a abrir un corte
aunque sea el mínimo
dejar fluir sobre el litoral
todo aquello náufrago
dejar fluir sobre la lengua
al hombre que nunca gimió
hold your secret but never that deep
No vale la pena ocultarse
sea tan grande sea nuestro cuarto
todo permanece a pesar del habla
me disculpe unas mil veces
pero la sangre vale a cuentagotas
al final todo liquido mancha
esto de restregar el piso
dejó de ser asunto de limpieza

***

Baby we Rolling

Sonámbulos en un motel a la ribera
donde teorizo con el fémur
si soy quien digo ser, tal vez un chico rudo
junto a otro menos rudo.
Un motel a la ribera donde es fácil
cuestionar mi nombre a gritos, el eco
que rasga cuando un hombre entra
donde ningún hombre entró,
la lengua como una arteria
entre la pelvis y el latido.
Sonámbulos pero no iguales,
nunca iguales, ahí la gracia
de la piel sudorosa: brilla
como lo nuevo, un diamante
en la carne. La mañana siguiente
diremos haberlo perdido.

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