10 puntos clave sobre el gasto militar en España
Seguridad internacional y prioridades presupuestarias. De eso hablamos cuando ponemos el tema del gasto militar sobre la mesa. Poca broma con un tema en el que nos jugamos el futuro. El cortoplacismo diario de nuestra política no sirve. Señor Feijóo haga gala de una vez de su condición de jefe del primer partido de la oposición, por favor, y aborde este tema con seriedad. Todos se lo vamos a agradecer. Señor Sánchez sea generoso. Así podemos resumir la situación, en 10 puntos clave: España, como miembro de la OTAN, se ha comprometido a destinar el 2% de su PIB a Defensa. Es un acuerdo firmado, lo que implica duplicar el gasto y acercarnos al 3,5 de EEUU, el 2,2 del Reino Unido o el 2% de Francia. Entre 2021 y 2024, el gasto total en defensa de los estados miembros de la UE aumentó más de un 30 %. En 2024 alcanzó los 326.000 millones de euros, alrededor del 1,9 % del PIB, según la Agencia Europea de Defensa. No es un deseo, es un mandato. El aumento del gasto militar implica obligatoriamente una redistribución del Presupuesto General del Estado. ¿De dónde van a salir los fondos? El 1% del PIB español equivale aproximadamente a 16.000 millones de euros. Es inevitable pensar en recortes en educación, sanidad o bienestar social y no sirven las garantías de palabras al viento de la portavoz del Gobierno, Pilar Alegría. Hay que enseñar los números y que cada fuerza política se retrate. La señora ministra de Defensa tiene la llave para implicarse. Alemania está en el 1,5 del PIB, e Italia en el 1,4 de modo que ambos países viven el mismo debate que el nuestro. Lo mismo le ocurre a Bélgica y Luxemburgo. Otros países que ya cumplen con el 2% del PIB son Polonia, Grecia y los países bálticos. Es, por tanto, una cuestión de tiempo, con el imprevisible Trump amenazando siempre con llevarse el balón a su casa y suspender el partido. Es infantil pensar que el aumento de las amenazas globales no nos va a afectar. Guerra en Ucrania, tensiones en el Sahel, militarización del Mar de China, Oriente Medio… La situación implica la necesidad de modernizar nuestras Fuerzas Armadas. Dicho de otro modo, el gasto militar se convierte en una prioridad que hay que analizar con detenimiento. La industria de Defensa genera empleo y actividad económica. Casos como los de Navantia e Indra son un ejemplo. Estamos hablando de 215.000 empleos directos e indirectos. La Bahía de Cádiz, por ejemplo, subsiste gracias a esta aportación. Es un punto a favor. La pregunta es evidente: ¿Es ético aumentar el gasto militar en un contexto de desigualdad social? El objetivo es que, precisamente, pueda contribuir a reducir esa desigualdad. Nuestras Fuerzas Armadas no son un ente extraño ajeno a nuestra sociedad, son nuestra garantía de defensa ante terceros y, al mismo tiempo, la ayuda necesaria en casos donde la civil se queda corta. Recordemos las imágenes de Valencia. ¿Qué supone esa...
Seguridad internacional y prioridades presupuestarias. De eso hablamos cuando ponemos el tema del gasto militar sobre la mesa. Poca broma con un tema en el que nos jugamos el futuro. El cortoplacismo diario de nuestra política no sirve. Señor Feijóo haga gala de una vez de su condición de jefe del primer partido de la oposición, por favor, y aborde este tema con seriedad. Todos se lo vamos a agradecer. Señor Sánchez sea generoso. Así podemos resumir la situación, en 10 puntos clave: España, como miembro de la OTAN, se ha comprometido a destinar el 2% de su PIB a Defensa. Es un acuerdo firmado, lo que implica duplicar el gasto y acercarnos al 3,5 de EEUU, el 2,2 del Reino Unido o el 2% de Francia. Entre 2021 y 2024, el gasto total en defensa de los estados miembros de la UE aumentó más de un 30 %. En 2024 alcanzó los 326.000 millones de euros, alrededor del 1,9 % del PIB, según la Agencia Europea de Defensa. No es un deseo, es un mandato. El aumento del gasto militar implica obligatoriamente una redistribución del Presupuesto General del Estado. ¿De dónde van a salir los fondos? El 1% del PIB español equivale aproximadamente a 16.000 millones de euros. Es inevitable pensar en recortes en educación, sanidad o bienestar social y no sirven las garantías de palabras al viento de la portavoz del Gobierno, Pilar Alegría. Hay que enseñar los números y que cada fuerza política se retrate. La señora ministra de Defensa tiene la llave para implicarse. Alemania está en el 1,5 del PIB, e Italia en el 1,4 de modo que ambos países viven el mismo debate que el nuestro. Lo mismo le ocurre a Bélgica y Luxemburgo. Otros países que ya cumplen con el 2% del PIB son Polonia, Grecia y los países bálticos. Es, por tanto, una cuestión de tiempo, con el imprevisible Trump amenazando siempre con llevarse el balón a su casa y suspender el partido. Es infantil pensar que el aumento de las amenazas globales no nos va a afectar. Guerra en Ucrania, tensiones en el Sahel, militarización del Mar de China, Oriente Medio… La situación implica la necesidad de modernizar nuestras Fuerzas Armadas. Dicho de otro modo, el gasto militar se convierte en una prioridad que hay que analizar con detenimiento. La industria de Defensa genera empleo y actividad económica. Casos como los de Navantia e Indra son un ejemplo. Estamos hablando de 215.000 empleos directos e indirectos. La Bahía de Cádiz, por ejemplo, subsiste gracias a esta aportación. Es un punto a favor. La pregunta es evidente: ¿Es ético aumentar el gasto militar en un contexto de desigualdad social? El objetivo es que, precisamente, pueda contribuir a reducir esa desigualdad. Nuestras Fuerzas Armadas no son un ente extraño ajeno a nuestra sociedad, son nuestra garantía de defensa ante terceros y, al mismo tiempo, la ayuda necesaria en casos donde la civil se queda corta. Recordemos las imágenes de Valencia. ¿Qué supone esa...
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